miércoles, 6 de marzo de 2013

David Dixon Porter frente al cura de Cotuí


Por Pedro Taveras (pjtaveras@hotmail.com)

 Texto y Contexto de un viaje.


La República Dominicana proclama su independencia o separación de la República de Haití el 27 de febrero de 1844 y en 1846, dos años después de la emancipación, visitó esta media isla David Dixon Porter, un oficial de la marina estadounidense quien, a pesar de su juventud, era  conocedor de la política expansionista del nuevo imperio.  


Inició sus viajes por El Caribe desde los 10 años de edad, cuando acompañó a su padre en un recorrido por Las Antillas, llegando a ser apresado en La Habana en su juventud,  estableciéndose luego en México, donde vivió y realizó sus estudios primarios  y, posteriormente, se integró a la armada mexicana, lo que lo hizo conocedor de la vida de estas tierras, de su lengua y cultura (1)

El marino llegó a la naciente República Dominicana el 4 de mayo de 1846 enviado por el Departamento de Estado, y se marchó del país cinco semanas después ; dejó su diario de campo, cuyo manuscrito fue localizado por el especialista en temas de política exterior de EE.UU., Charles Tansill, en la biblioteca William R. Perkins de la Universidad de Duke, Durhan, Carolina del Norte en los años 30; y  editado con el nombre “Diario de una Misión Secreta a Santo Domingo (1846)”, por la Sociedad de Bibliófilos Dominicanos, Inc (2)

Este oficial, conocedor de lo que interesaba a Estados Unidos saber de la República Dominicana, describe a estas tierras con una claridad meridional que sorprendería a cualquier estudioso de la realidad criolla de aquella época y del presente; a pesar de los prejuicios raciales, el etnocentrismo e ideología conservadora de sus valoraciones, hace una fotografía con palabras de la situación socioeconómica en que vivíamos en ese entonces en Santo Domingo, Baní, Azua, Ocoa, Cotuí, San Francisco de Macorís, La Vega, Moca, Santiago y Puerto Plata, por donde salió el 13 de junio de 1846 rumbo a su patria.

El “aventurero” llegó a Cotuí después de haber transitado durante dos semanas por tierras sureñas. Entrando por Santo Domingo había llegado a Azua, que era una de las provincias ubicadas más al occidente  de la nación dominicana y de las poblaciones más importantes de la recién creada República.  Tenía que recorrer el norte porque sus objetivos eran conocer la situación política del país y se dirigía a los pueblos de Cotuí, Samaná, San Francisco de Macorís, La Vega, Moca, Santiago, y Puerto Plata para conocer el nivel de aceptación de la independencia que tenía la gente, pues EE. UU., al igual  que todas las potencias de la época, jugaba a la inestabilidad social y política como un medio de intervención.

Su misión, además de las señaladas anteriormente, también era conocer las evidencias de riquezas naturales renovables y no renovables de nuestra nación, ya que el imperio naciente avizoraba por estos lares muchas fortunas, tanto por la fertilidad de las tierras, así como por los recursos de minería, bosques de madera y geopolítica, aunque lo negaba por el hecho de que ya los norteamericanos habían enviado misiones a indagar, no dejó de hacer importantes anotaciones de campo y documentarse sobres nuestros recursos.

Llegando Porter a la joven República, salía de la isla la misión de W. Hogan, con las  informaciones requeridas por el gobierno americano. La presencia del marino molestó al presidente Pedro Santana, al extremo que  tuvo que convencerlo para que aceptara su visita: “…cuando se le informó de la naturaleza de nuestra visita, manifestó mucha sorpresa, pues consideraba que el gobierno de los Estados Unidos había sido debidamente informado sobre todos los asuntos relativos a la República Dominicana…” (3)

 Dice: “…W. Hogan salió de aquí con los que ellos consideraron suficiente información para dar al gobierno de los Estados Unidos una idea de los recursos de la isla…”. Y cita al propio Hogan cuando dice, haciendo referencia a la ingenuidad política de los dominicanos: “sin tener conocimiento en el arte y los Ardides de la diplomacia, ellos sin vacilar suministraron toda la información pedida que pudiera arrojar luz sobre sus recursos…”(4)

Aunque no visitó todo el territorio nacional obtuvo informaciones de otros sobre nuestras riquezas naturales, sobre todo la minería, de tanta vigencia 167 años después.

Cotuí, un pueblo del nordeste.

Cuenta  el viajero que le habían informado que sólo tenía tres vías para viajar al norte desde Azua: una era volver a Santo Domingo por Baní y San Cristóbal, por el mismo camino que había recorrido para llegar a Azua, pero más distante; otra era por el oeste, por San Juan de la Maguana, distante e intrincado y una tercera por Ocoa, Rancho Arriba, que conecta a Piedra Blanca, por el centro de la República. Decidió partir de Azua hacia  El Maniel, hoy San José de Ocoa,(2) pasando por Rancho Arriba, Piedra Blanca y Maimón para llegar a Cotuí. Era el camino que se usaba para enviar correos y otras comunicaciones estratégicas de manera rápida a los pueblos del norte.

 Cotuí era para 1846 un pueblo de relativa importancia para los habitantes de la zona, de unas 140 viviendas, para una población de 500 habitantes, según estimaciones de Porter, las cuales coinciden con la de la iglesia del pueblo; dice que al ver a la gente mejor vestida, y por lo que el guía le había dicho de que era una ciudad grande y floreciente, se imaginó que encontraría una ciudad parecida a la experiencia tenida en otras tierras, pero otra fue la que encontró; al principio su impresión fue mala, pero fue comparándola con la miseria  vista en Piedra Blanca, Rancho Arriba y otras poblaciones que entendió que era lo más parecida a una ciudad: “…Al acercarme a la población, el número de luces (muchas de ellas nudos de pino) casi me hizo pensar que sin duda me estaba acercando a una ciudad.”(5) 

 Cotuí es la  capital de la provincia Juan Sánchez Ramírez, con una población municipal actual de 76,554 habitantes (2010),  es la ciudad del oro de la República Dominicana y se dice que es la reserva  más grande  del mundo.

El cura de  Cotuí.

En  Cotuí Porter encontró a la persona más inteligente que había conocido en Dominicana: el sacerdote.  Cuenta que tenía la costumbre de que cuando llegaba a una población, a  donde se dirigía era a la casa del padre o cura católico, a la comandancia, ya los alcaldes pedáneos con quienes “…nunca encontré dificultades algunas para establecer el mejor entendimiento” pues allí suponía están las fuentes más expeditas para su indagatoria. Pero en Cotuí las cosas fueron diferentes por la visión del cura y la reacción del comandante del pueblo.  De ser cierto lo que narra el marino es un hecho que merece la atención de nuestros historiadores, pues constituye unos antecedentes de la resistencia de sectores de la iglesia  y del pueblo a los afanes colonialistas de los imperios en estas tierras.

Aunque no precisa el nombre del cura, cuenta que al llegar a esa ciudad, salió a buscar al sacerdote en el lugar supuesto a estar y al no encontrarlo se dirigió a la escuela en busca de hospedaje, conducido por el comandante del pueblo, logrando allí compartir dormitorio con el profesor de la escuela pública. La planta física escolar la describe como una choza o “miserable vivienda que funcionaba como escuela” y donde el maestro le había dado refugio. Allí llegó el cura al enterarse de tan importante visita al caserío, quien de inmediato lo invito a almorzar.  El padre enseguida le abordó el tema de su misión. La verdadera misión de indagar sobre los recursos naturales para su posterior aprovechamiento por el gobierno Americano, según el cura.

Porter no se alteró ante la actitud acusatoria del padre que de entrada  lo acusa de espía. Confiesa: “…me dijo que yo era considerado como un “espía”, un agente enviado allí para discutir las riquezas de las tierras que los americanos cuando inmigraran a Santo Domingo podían inmediatamente establecerse entre las “ollas de carne” (6)

¿Serían las “ollas de carnes” sinónimo de riqueza, de abundancia de los recursos?

Prosigue confesando lo que le dijo el cura: “… que yo no había sido enviado por causas de ninguna simpatía que los Estados Unidos sintieran por dominicana, sino para fines ulteriores; que ya habían enviado antes una comisión, la que había informado al gobierno  del estado del país”(7)  El padre le dijo que Estados Unidos había previsto la terrible crisis a que seria reducida la nueva nación “…que yo ahora había venido para ver si esa crisis había llegado, de manera que los Estados Unidos pudieran proponer sus propios términos” (8)
El  cura le manifestó  “…que ésta  era también la opinión de la parte más inteligente de la comunidad; aunque todavía acariciaban los más calurosos sentimientos hacia Estados Unidos y tenían el mayor respeto por las instituciones de un país que tanto deseaban imitar. (9)

David Dixon Porter vestido como un simple viajero, con pocas indumentarias que lo denunciaran como un agente, salvo su aspecto físico, parecía uno más del común de la gente, trataba de valerse por su cuenta, pagando lo más mínimos servicios y sin mostrar sus credenciales como pasaporte y credenciales del presidente Santana, trató de convencer al padre de que no era un espía al servicio del gobierno americano, pero confiesa que fue imposible porque “… no quiso oír razones”

 Dice que el padre le respondió criticando lo tarde que Estados Unidos se preocupa por Dominicana en su lucha por la emancipación del gobierno haitiano, y lo cita: “…ya casi había pasado el día en que nuestro reconocimiento de ellos causaría un rayo de alegría” y dijo que el padre se quejaba de que su independencia no fuera reconocida desde el principio por ser una causa justa y cuenta que le dijo el padre: “…porque, señor,  nosotros sentíamos que si los Estados Unidos nos hubieran reconocido hubiera sido por simpatía a nuestra causa, nuestros derechos y libertades; una causa que ellos tan noblemente sostenían en su propio caso; mas ahora, cuando hemos tenido buen éxito en un grado maravilloso, con la ayuda de la Divina Providencia, pensábamos que los Estados Unidos, mirando la perspectiva de un feliz mantenimiento de nuestra posición presente, desean asegurarse los primeros frutos del comercios”; y le reiteraba que él estaba en la isla con “propósitos secretos”(10)

Porter siempre negó ante el padre su condición de agente y lo justificaba diciendo que no tenía la misión de  hacer el trabajo de investigación, que lo que más hacía es observar los recursos de la isla, que él no estaba calificado para informar sobre los recursos que pudieran ser de beneficio para su gobierno.

“El padre- dice Porter- se rió por completo de lo que él pensaba era mi doblez” - y cuenta que le preguntó: “¿me quiere decir usted señor, que usted sentado ahí en la silla, con esa cara tranquila y esa mirada de apariencia engañadora, no fue escogido por su habilidad y su tacto diplomático?” (sic!) y le dijo que si él (Porte) “… no hubiera sido educado en una escuela donde se enseña a los hombres a ocultar cualquier emoción, usted estaría ardiendo de rabia por todo lo que he dicho; pero usted está ahí, señor, con el aspecto más imperturbable, y no he hecho más impresión en usted que si usted fuera una piedra”.(sic!)(11)

Dice que las palabras del cura hicieron efecto en el comandante, quien ordenó a su ayudante que le pidiera su identificación o pasaporte, pero al ver sus altas credenciales le pidió excusas y le prestó toda su colaboración, pero el comandante dudaba de mi persona”(12)

El padre lo acogió con toda la atención posible  e invitó a almorzar, a tomar un vino, pero Porter, a esta última invitación  rehusó, le manifestó que no tomaba alcohol y cuenta que el padre lo tomó por los hombros y riéndose le dijo: “ahora sé que usted es un agente secreto y no un marino, -y se pregunta: “¿Quién nunca oyó un marino que rehusara el vino?, para afirmarle. “Cuando entra el vino sale el juicio y quizás usted teme dejar salir secretos por encima de la copa de vino” (sic!)13)

Para su salida  hacia San Francisco de Macorís, el padre le consiguió un buen caballo, lo acompañó hasta las afueras de Cotuí y le obsequió agua de coco, discutieron el tema de Texas y la posición de Estados Unidas, la cual fue rechazada por el padre.  

Dice que el padre en confianza le dijo: “… que Estados Unidos era un gran caimán y  quería tragarse pronto estas pequeñas repúblicas como un remolino arrastra a su vórtice todas las pequeñas briznas y otros objetos ligeros llevado allí por la corriente y que íbamos (los norteamericanos) pronto a tomarnos Cuba, y luego temía por Santo Domingo porque había un paso tan estrecho de una isla a la otra pero que llegaríamos a ser tan fuertes que nos desbarataríamos por nuestro propio peso.” (14)

La clarividencia de este padre quedó demostrada cuando años después su nación buscaba quedarse con Alto Velo, amparados en la Ley del Guano y  con parte de la península de Samaná, donde él había retornado al país como parte de la comitiva que “negociaba” que Estado Unidos se quedara con un pedazo de nuestra hermosa península.

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(1) Según Juan T. Tavárez  K quien hace el prólogo a la obra de David Dixon Porte sobre su visita a Santo Domingo.
(2) Editora de Santo Domingo, S.A., Santo Domingo, 1978. Traducción P. Gustavo migo Jensen, S.J.
(3) Ibid, pág.2
(4) Ibid, pág.3
(5) Ibid, pág.158, paréntesis de DDP
(6) Ibid, pág.160
(7) Ibdem, cursivas de DDP
(8) Ibídem, cursivas de DDP
(9) Ibídem
(10) Ibid, pág.161
(11) Ibid, pág. 161 y 162
(12) Ibidem, cursivas de DDP
(13) Ibídem.
C14) Ibidem, cursivas DDP y paréntesis míos, pt

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