Por Pedro Taveras (pjtaveras@hotmail.com)
Cuando el 3 de febrero de 2009 nos reunimos en el centro comunal del
Distrito Municipal de Capotillo, Loma de Cabrera, en la provincia Dajabón, el local
estuvo repleto de hombres y mujeres con los niños en los brazos que esperaban impacientes
a los técnicos de Quisqueya Verde y a la
directora del Ministerio Ambiente en la provincia, quienes en esa misma tarde
estuvieron reunidos con dirigentes comunitarios en Hipólito Billini, formando
la brigada en esa comunidad. Eran habitantes
de Capotillo, desafiantes de las precariedades que les ha tocado vivir, los que
esperaban esa noche.
No habíamos terminado de pedir
excusas a los comunitarios por lo tarde que llegamos, cuando de inmediato quisimos
motivar a la gente sobre la importancia
de los trabajos de reforestación, aclarándoles que la labor no era fácil, que era comprometedora con la comunidad y el país, que
jamás pensaran que podían ser parte de una brigada de gente que no trabajará o
trabajará poco.
Alguien dijo que para ellos no
había nada difícil por los trabajos que habían hecho para mantenerse vivos.
El entonces ministro de Medioambiente, Jaime David Fernández Mirabal, nos
ha acostumbrado a decir que la brigada debió comenzar ayer, haciendo referencia
a que trabaje de inmediato. Y como debió comenzar ayer, esa misma noche, ya
tarde, se pusieron de acuerdo y se organizaron para empezar al día siguiente, porque
ya estaban dadas las condiciones básicas para la apertura de una brigada de
reforestación Quisqueya Verde, ya que contaban con grupos de jornaleros,
captación de terreno mediante la matriz de reforestación y la organización para
dirigir los trabajos, que descansaban en la dirección local provincial.
Dijeron que iban a comenzar formalmente el día 2 y que ese día (el 3)
que nos reunimos, ellos los iban a trabajar los dos sábados siguientes, para cumplir
con aquella idea de que se debió comenzar ayer.
Así comenzó la brigada Capotillo
I.
Después surgieron las brigadas de Fondo Grande, Pueblo Nuevo, Capotillo
II, Magasé y Capotillo Haitiano; en ambos lados de la línea fronteriza.
Esta brigada, igual que otros cientos en todo el país, se ha capacitado
en reforestación y control de incendios,
mediante los talleres que lleva a cabo el Ministerio Ambiente en coordinación
con organismos nacionales e
internacionales.
Desde el 2009 hasta la fecha la brigada ha plantado más de 320,000
arbolitos. “Están tan altos como un palo de luz”, dice Yudy, la responsable de
la brigada; para referirse a que alcanzan varios metros de altura, y específica: “como la parcela de Simón”, para
citar a uno de los más de cuarenta
campesinos beneficiados con la reforestación de sus parcelas, así como Simón se
pueden mencionar a Eduardo Espinal, Félix Andújar, Pupo, Nano Espinal, Elías Muñoz
y Felito, quienes han plantado pino criollo y caribea, mara, cedro, caoba
criolla, entre otras.
La brigada está compuesta por diez personas o jornaleros comunitarios. Se
le llama jornaleros comunitarios porque son de la comunidad, trabajan para la
comunidad incluyéndose, en muchos casos, ellos mismos, no para un dueño en particular.
Está dirigida, como todas las otras brigadas del país, por una mujer, Yudy , quien dice que gracias a la
brigada de Quisqueya Verde, sus hijos están estudiando, al tiempo que informa: “mi casa se quemó antes de yo
trabajar en la brigada y gracias a lo que
me gano trabajando en la reforestación, estoy mudándome, porque solo le
faltan ventanas, divisiones y el empañete. Con poca cosa me mudo”, asegurando
que tiene ahorrado unos 22,000 pesos. “Eso no es na, tengo una nevera, una
estufa, losa para la casa, un abanico y una televisión de 32 pulgadas que compré
por 3,500 pesos en el mercado haitiano,
antes no ganaba nada…”, nos repite.
Yudy es una mujer fuerte, de fácil hablar, que está al tanto de su gente
jornalera, conocedora de cada paso que ha dado la brigada en más de cuarenta
parcelas donde han reforestado; no tiene necesidad de consultar el cuaderno,
para conocer de los jornales que han utilizado en la reforestación de una parcela
determinada.
Por la confianza que tengo con esta mujer le pregunté que si no era una mentira que pudiera hacer
tantas cosas con lo que gana, y respondió que un barrendero gana 1,700 pesos y
una secretaria de un ayuntamiento o
junta distrital 3,000 y un tesorero 7,000
y ella gana sobre los 7000 pesos.
Buscando hacerla sentir bien le
dije que los demás debían hacer como ella que ha ahorrado, me aclaró que el
grupo tiene una cuenta bancaria; le dije que ahorro era comprar cosas para la casa
o comprar animales, a lo que me respondió contundentemente: “Tenemos dos meses
ahorrando, porque a nosotros no nos dan regalía, ni otros beneficios que dan en
los trabajos, por eso sacamos una cuenta en la Cooperativa Global de Loma de Cabrera
a nombre de 4 personas que representan a los demás de la brigada y hemos invitado
a la brigada Capotillo II para que participe en ese ahorro”; y me aclara: “Yo
abono 1000, Dilcio 800, Eduardo 800, otros 300, ese dinero es para sacarlo en
diciembre y sólo si pasa algo de emergencia se puede sacar”.
Eduardo Marcelino, supervisor de la brigada de Quisqueya verde, es la persona
que les asesora junto a los técnicos de Dajabón.
-Eso está bien, tener cuenta de
ahorro, pero me refiero a que compren
cosas en cada pago, algo que compren…le exhorte y me respondió:
“Todos han comprado: Pablo Villa terminó su casa después de estar en la
brigada y ha comprado varias puercas que han parido y ha vendido las crías;
Eduardo Espinal compró un equipo de música, una nevera, una estufa, una
lavadora, hizo una cocina y comedor, ahora tiene todo adentro”. Y sigue dando
datos precisos:
“Danilo Cabrera está construyendo su casa, Carlito hizo su casa de madera
y se mudó hace dos semanas”.
Tuve que interrumpirla para decirle que volvería hablar con ella, pero con un
periodista para hacer un reportaje, porque lo que han hecho ellos, y las demás
brigadas de la zona, son grandes obras en lo ambiental y en lo social con
pequeños recursos; grandes porque en su contexto
más de 300,000 arbolitos son una
riqueza incalculable; “mi casa” es su
casa, no la mía, una o dos puercas, un televisor son grandes sueños realizados
en medio de una calidad de vida por debajo de los niveles de pobreza, que ya microsocialmente comienza a ser superada
sin temor a equivocarme.