Por Pedro
Taveras (pjtaveras@hotmail.com)
Para la época de la anexión a España de
nuestra proclamada República el 27 de febrero del 1844, Moca era un pequeño
poblado no considerado una provincia, pero era uno de los centros de
conspiración más importante que tenía Santiago, junto a La Vega y San Francisco
de Macorís; reunía a una dinámica comunidad, integrada a la vida social,
política y económica de la región, de tal manera que se hacía sentir en lo
nacional por la claridad con que formulaban y defendían sus intereses.
En las relaciones de producción pre
capitalista, dominante para la época en el país, Moca reunía una fuerte
presencia de la pequeña burguesía, sobre todo en sus niveles medios, que aliada
con los diversos sectores pequeños burgueses del
Cibao, propiciaron la lucha restauradora.
Posterior a la Revolución del Cibao, conocida
como la Revolución del ’57, los sectores económicos, políticos y sociales
cibaeños, y en particular los mocanos, fueron altamente perjudicado por los
desmanes de Buenaventura Báez, el presidente de entonces y líder de un sector
de la pequeña burguesía que se oponía a Pedro Santana, este último líder de los
sectores hateros que eran los remanentes de la oligarquía esclavista patriarcal
que predominaba al momento de la ocupación haitiana en 1822.
Báez perjudicó a esa pequeña burguesía con la
emisión desmedida de papel moneda sin valor para comprar, sobre todo a los
sectores productivos y comerciantes del sector tabaquero de la zona, lo que
motivó a la clase media (en todos sus niveles) a integrarse en
la lucha contra el poder que la arruinaba, lo que condicionó la llegada al
poder de Pedro Santana, líder de los hateros y un sector medio que se había
mostrado fiel a su liderazgo, para terminar entregando la patria al imperio
español, el 18 de marzo del año 1861.
La población mocana disciplinó su vida en el
vaivén de la producción tabaquera (producción que para la época era creadora de
revoluciones, según Pedro F. Bonó y Gregorio Luperón), y otros
rublos como café, cacao y la producción agropecuaria y pecuaria, en menos
escala, cuyo mercado estaba orientado a la exportación.
Este dinamismo económico y social queda
evidenciado en las impresiones de dos norteamericanos que visitaron la isla en
misión de su gobierno, con el propósito de conocer de la situación
del país en dos época distintas: una la describe
David Dixon Porte, en 1846, en su libro Diario de una Misión Secreta a Santo Domingo(1), cuando dice que todo el trayecto de Santiago a Moca, por las dos vías que conoció, están los campos llenos de cultivos agrícolas y mostró sorpresa cuando vio que en las tiendas de Moca, vendían los productos importados de Estados Unidos; y, 20 años más tarde, Samuel Hazar, otro visitante norteamericano interesado por la isla, describe a este pueblo en su Libro Santo Domingo su Pasado y Presente (1873) como una población radiante, con calles y casas diferentes a la mayoría de los pueblo que había conocido, dice: “Moca es una ciudad activa y próspera en la gran llanura…Está situada en el corazón de un territorio famoso por su productividad superior a las demás regiones, siendo renombrados el café y el tabaco por su abundancia, crecimiento y buena calidad”.
Según Hazard “Las calles están bien
pavimentadas, hay muchos almacenes con buenos surtidos de mercancías y con gran
actividad comercial en apariencia, y agrega: “Las casas
están principalmente construidas de piedras o del concreto del país”.(2)
Comparaba a Moca con “las bonitas y
florecientes ciudades cubanas”
Este dinamismo económico generó un sector de
servicio muy importante: pequeños, medianos y grandes
transportistas de mercancías con animales, recuas que movían las
mercancías, principalmente el cacao, café, el tabaco y la chuchería de
importación desde y hacia los puertos para satisfacer a una
población cuyas condiciones materiales de existencias eran superior
a la de gran parte del resto del país.
Las ideas y proyecto anexionista de Santana
contradecían las ideas y proyectos de esa pequeña burguesía en sus niveles más
altos, medios, bajos y muy bajos, para usar la retórica boschista,
unos porque no querían dejar perder su poder económico y político como sector y
los bajos y muy bajos pequeños burgueses por sus anhelos de
subir de posición social.
La anexión a España en 1861 más que a mejorar
las condiciones de vida de la gente la empeoró, objetiva y subjetivamente, como
dice Bosch en su libro La Guerra de la Restauración.
Santana no pudo complacer los anhelos de
estos sectores, pues sus intereses eran otros.
Los más progresista de la región, encabezados
por Gaspar Polanco, Santiago Rodríguez, Gregorio Luperón y otros destacados de
la clase media, estructuraron las luchas a favor de la Restauración de la
República, expresión de las ideas y movimientos de esos sectores de clase con
el naciente y más avanzado proyectos de Nación.
Muchos luchadores de la Guerra de
Restauración nacieron y/o crecieron en tierra mocana; se integraron
como dirigentes, simples soldados, hombres de letras, sostenedores económicos,
figurando en la lista de los restauradores, como podemos leer en DICCIONARIO BIOGRAFICO-HISTORICO
DOMINICANO 1821-1890 de la autoría de Rufino Martínez (3).
Entre ellos Juan Antonio Alix,
nuestro más grande poeta popular y decimero del siglo XIX, quien además de
luchar por la independencia se sumó a la lucha restauradora, sublevándose en
Guayubin y Santiago en febrero de 1863.
De José Contreras, nativo de Jababa, después
de haber dado los mejores años de su vida en defensa del suelo patrio, cuando
este se vio mancillado por la anexión no perdió tiempo; ya viejo y ciego
encabezó el asalto al fuerte de Moca, el 2 de mayo de 1861, convirtiendo a Moca
en el escenario de la primera protesta armada. Entre los
protagonistas de entonces se encuentran también otros mocanos gloriosos como
José María Rodríguez y decenas de vecinos del Paso de Moca, donde
sobresale el nombre de Antonio Passicá.
Máximo Grillan también nació en Moca,
luchador en la revolución del 1857, comerciante de profesión, estuvo
encarcelado en la fortaleza San Luis, cuando esta fue asaltada
Grillan se fugó y de inmediato se incorporó a la lucha restauradora.
Otro Mocano hijo de Moca fue Segundo Imbert,
radicado luego en Puerto Plata, hijo de José María Imbert de origen francés,
pero que terminó siendo mocano de pensamiento y sentimiento, comandante del
pueblo posterior a la Independencia Nacional. También León Mareaje,
oficial restaurador, encabezó un grupo de hombres para combatir en Los
Chachases, donde murió.
Juan de Jesús Salcedo, hijo de Tito Salcedo,
dirigente de la Independencia Nacional, se destacó en la lucha restauradora
levantando tropas en los campos de Moca, junto a su hermano Pedro Pablo
Salcedo, conocido más por el apodo de Perico. Otro guerrero mocano distinguido
fue Manuel Rodríguez, a quien llamaban El Chivo.
Santiago Sosa fue otro mocano
independentista y una destacada figura de la contienda emancipadora.
Hoy en día Moca sigue siendo una comunidad
con una fuerte presencia de la clase media y alta dominicana, capaz de
responder ante cualquier cosa cuando sus intereses se ven afectados.
Fuentes:
(1) David Dixon Porte, Diario de una
Misión Secreta a Santo Domingo. Editora de Santo Domingo, S.A,
1978. Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Inc.
(2) Samuel Hazard, Santo Domingo su
pasado y presente. Editora de Santo Domingo, S.A, 1974. Sociedad
Dominicana de Bibliófilos, Inc.
(3) Rufino Martínez, DICCIONARIO BIOGRAFICO-HISTORICO
DOMINICANO 1821-1890, edición Colección Historia y Sociedad, Universidad
Autónoma de Santo Domingo, 1971.