Sandino junto a su estado mayor, nótese
parado a la derecha al dominicano Gregorio Urbano Gilbert.
Lo que debieron hacer los partidos que
decían representar a las “burguesías nacionales” latinoamericanas para
desarrollar a las sociedades de las cuales se han servido, lo están haciendo
los movimientos y personalidades de orientación izquierdistas.
Los partidos de los poderosos presentaron a
la llamada socialdemocracia como esperanza de los pueblos y se desgastaron en
construir el socialismo democrático que anhelaban los pobres de América;
concepción política de gobierno imposible de llevarse a cabo por la formación
social dominicana (y latinoamericana), la cual era el espejo de la miseria que
recreaba el desarrollo anómalo del capitalismo en estas tierras.
La gente se fue gastando en la impotencia
de la democracia representativa y por otro lado en los intentos de sectores de
la clase media de hacer la revolución proletaria, quedándose estos últimos como
guetos proletaristas, muchas veces infiltrados por los cuerpos represivos del
Estado.
Los partidos que se autoproclamaron
socialdemócratas, de ideas progresistas, tratando de imitar a los liberales
europeos, de la boca para afuera, ilusionaron a la gente que decían representar
con la idea de tener dos partidos mayoritarios que se llamen diferentes pero
dándole iguales resultados al frente oligárquico, es decir, a los grandes
importadores, exportadores, banqueros, clase media en todos sus niveles y al
tutor mayor: el imperio de turno, al cual que Bosch llamó Pentagonismo.
Sin quitarles el mérito histórico de haber
luchado contra tiranías en América, desaparecidas éstas, estos partidos no
dirigieron sus acciones a crear el bienestar de la sociedad; se limitaron a
sustituir tiranías por dictaduras de clase; y la “libertad”,
como empresa económica y de hegemonía, era el “nombre nuevo para una vieja
miseria”, como expresara Bosch refriéndose al socialismo democrático o
socialdemocracia en América, la cual se vendió en Europa, donde el capitalismo
tuvo su desarrollo clásico, y se dieron procesos de acumulación de riquezas,
produciéndose excedentes que al final dieron al traste con la dominación
de un modo de producción que ya no podía reproducirse, como fue el
régimen de producción feudal, pudiendo el capitalismo, en los últimos siglos,
dominar territorialmente el mundo; sometiendo toda forma de producción
existente a su mercado; forzando a los pueblos a la planetarización de la
cultura, a la resistencia de culturas locales a formas de ver la vida distinta,
en unos casos, cuando no, asimilarlas. Es a los que algunos especialistas han
llamado sistema etnográfico capitalista.
Sobre la base de ese capitalismo
“desarrollado” la socialdemocracia pudo caminar sin mucho tropiezo hasta la
primera década de este siglo XXI; sin embargo ahora comienza a tener grandes
dificultadas en su transitar.
Un poco de historia
En el seno de la
sociedad feudal comienzan a darse las relaciones de producción capitalista; es
decir, la del trabajador libre, solo poseedor de sus fuerzas físicas para
trabajar, separado de los medios de producción (fábricas y tierras
fundamentalmente). Fue de esas
relaciones de donde surgió la sociedad europea. Bosch dice:
“El capitalismo fue
creado por la burguesía y ésta se formó en el seno mismo del sistema feudal y
luego pasó a extender el capitalismo por todo Europa y por América, y más tarde
lo extendería al resto del mundo; y desde que apareció el capitalismo fue
impuesto por la burguesía mediante la violencia”, y para explicar el
proceso de la acumulación originaria de capital y sus consecuencias, con la
claridad que le caracteriza, añade: “ …Millones
de indios de América murieron a causa de
esa violencia; en algunas partes, como en nuestra isla, en Cuba, en Puerto
Rico, en Jamaica, no quedó un solo indio. Millones de africanos fueron muertos
en África en las luchas para convertirlos en esclavos a fin de traerlos a
nuestros países para venderlo; varios millones murieron en los buques cuando
los traían de África para acá, muchos de ellos debido al maltrato y al hambre
que pasaban. Todos esos grandes crímenes se cometían con el único fin de ganar dinero,
pues el que lograba reunir dinero, aunque fuera asesinando, robando, podía
comprar bienes de producción, o lo que es lo mismo, tierra, negocios, fábricas
y esclavos, y si se establecía en Europa, donde no había esclavos, podía contratar obreros…” (“Sobre la Formación
de la Burguesía”, en Colección Estudios
Sociales, 2da. Edición, editora Corripio, Santo Domingo, 1992. págs. 201 y
202
Bosch se refiere al proceso acudiendo a Marx,
sobre todo el capítulo XXIV de El Capital,
cuando dice sobre la acumulación originaria: “La estructura económica
de la sociedad capitalista brotó de la estructura económica de la sociedad
feudal. Al disolverse éste salieron a la superficie los elementos necesarios
para la formación de aquella”. Y
para el caso latinoamericano, Bosch
se pregunta: ¿Y en los
países de América Latina donde no se conoció el feudalismo, de dónde salió el
capitalismo?.” (“Capitalismo Tardío y Clases sociales en América
Latina”. Revista Política: teoría y
acción. Año 1 # 9. Septiembre de 1980, pág. 1)
Bosch, en respuesta a su pregunta, refiere que
nuestro capitalismo no ha sido producto del desarrollo endógeno de la sociedad,
sino una imposición de Europa y Estados Unidos; al respecto nos dice: “El
capitalismo dominicano no fue de naturaleza feudal” (ibídem. pág. 4)
Se
formaron oligarquías esclavistas sobre tipos de sociedades del régimen de la producción primitiva (en el
Caribe) o cuando no, sobre relaciones de producción muy particulares como las
de los incas, azteca, mayas en centro y Sudamérica, a lo que Marx llamó modo de
producción o formas de producción asiática, cuando trata el tema en su polémico
trabajo “Formaciones Económicas Precapitalistas”.
La formación social
dominicana ha tenido la particularidad, diferente a Cuba y Haití, para solo
citar dos naciones, de que a partir de la destrucción del régimen de producción
primitiva en que vivían los aborígenes produjo una oligarquía esclavista
patriarcal, producto de la quiebra de la industria azucarera que estaba bajo
relaciones de producción esclavistas. “Los hateros —escribió Bosch—, no eran una clase sino el sector sobreviviente de una oligarquía
esclavista que se había formado en nuestro país cuando esa oligarquía
esclavista pasó, con la desaparición de la industria azucarera, a convertirse
en oligarquía esclavista patriarcal…” (La
Pequeña Burguesía en la Historia de la República Dominicana, 1era. Edición,
Editora Alfa y Omega, santo Domingo, 1985. Página 11).
Se
habla de patriarcal porque esas relaciones de producción estaban orientadas a
una producción para consumo local, no para la acumulación de grandes capitales.
Por eso los esclavos bajo este régimen de producción vivían mucho tiempo,
vivían contiguo a los amos, en muchas ocasiones como criados, con unas
implicaciones socioeconómicas que han enriquecido nuestra configuración
cultural y en particular han definido los etnos o unidades distintivas de lo
dominicano con relación a nuestros vecinos cubanos y puertorriqueños, sobre
todo.
La
oligarquía esclavista patriarcal es un concepto
nuevo y rico en nuestra etnohistoria y quizás donde radica la confusión con lo
de la sociedad feudal que nos imaginamos en esta tierra.
Sin entrar en la
discusión sobre su carácter de patriarcal o capitalista, es de esta oligarquía
de donde surge una burguesía débil políticamente, debilidad que se refleja en
los gobiernos de clase y en la propia clase obrera que no pudo desarrollarse
como aconteció en otros lugares, originando los frentes oligárquicos en cada
una de nuestras naciones.
Palacio de Engombe (Foto Pedro Taveras)
Esos frentes oligárquicos han estado
representados por reducidos grupos de familias que a veces no superan la
veintena en cada país, en torno a las cuales se articulan las ideas, gustos,
valores y toda manifestación de asociación de productores, sindicatos,
iglesias, partidos políticos, incluyendo a muchos de los llamados progresistas
y de la izquierda que han sido usados por dichos frentes en momentos históricos
específicos en cada una de nuestras naciones. Así, el frente oligárquico ha
controlado los débiles estados nacionales surgidos de las luchas
independentistas.
América Latina ha vivido históricamente
bajo la dominación oligárquica, carente de una clase gobernante capaz de
establecer las reglas de juegos para su desarrollo como sociedad capitalista,
como lo fue Europa y en este continente lo fueron los Estado Unidos y Canadá,
estos dos últimos conformados por inmigrantes ingleses y del resto de Europa
que llegaron con ideología capitalista muy definida para fundar estas
sociedades, al margen de las formas de producción de la comunidad primitiva
existente.
Juan Bosch en una de las ferias realizadas
en la ciudad ganadera en 1996. (Foto Pedro Taveras)
En Europa esa socialdemocracia o socialismo
democrático como organización de la sociedad capitalista se basaba en: ”…que
la sociedad escogida para ser organizada de acuerdo con ese régimen político
disponga de un excedente económico sólido, importante y regular, es decir,
mantenido durante muchos años…” (“En
la República Dominicana La Social Democracia es una Estafa Política”, Política; Teoría y Acción, año 6,
No.63, Santo Domingo, 1985, págs.5 y 6)).
En nuestros países el proceso de
acumulación originaria ha sido indetenible y aunque con excedente no ha tenido
una redistribución en el resto de la sociedad. Lo que hacen con los excedentes
los grupos económicos, los grupos de poder, los que el propio Bosch ha situado
en el llamado frente oligárquico es exportarlos y hacer de amplios sectores
sociales (pequeñas burguesías) una vida consumista a nivel de los países
capitalistas altamente desarrollados, perteneciendo, sin embargo, a
países empobrecidos, tanto que ni siquiera les sirve una gota de agua en
su estado natural, donde la desertificación se abre paso: haciendo de estas
patrias sociedades insostenibles; con insalubridad, analfabetismo, muerte y
poca capacitación en sus fuerzas laborales.
Los recursos naturales históricamente se
han ido como materias primas a los países del norte, en una relación desigual
que produce el excedente para esos países y pobreza para una gran parte de
nuestras sociedades.
Ese excedente en países socialdemócratas o
del capitalismo desarrollado —escribe Juan Bosch— “…se distribuye en tres
partes: una para el Estado, que la percibe a través de los impuestos con los
cuales sostiene buenas escuelas servidas con maestros altamente capacitados;
buenos hospitales y servicio de salud; vías de comunicación de toda índole
seguras y suficientes, incluyendo en ellas puertos suficientes y aeropuertos;
en pocas palabras el gobierno atiende sus obligaciones con el pueblo de manera
eficiente y con uso honesto de los fondos públicos. La segunda parte va a mano
de los capitalistas, que la reciben en condiciones de beneficios producidos por
sus negocios y la reciben con satisfacción porque consideran que su parte
del excedente nacional es buena para ellos; y por último, la tercera va a manos
de los obreros, campesinos y servidores del Estado, y llega a esas manos en
salarios, servicios públicos y seguridad social en tales cantidades que unos y
otros se sienten satisfechos porque su parte les proporciona medios para vivir
en un buen nivel, porque saben que no perderán sus puestos de trabajo aunque el
patrón quiera sacarlos de ellos, que disfrutan de vacaciones bien pagadas al
extremos de que un alto número de obreros y empleados vacacionistas las pasan
en otros países; saben que sus hijos van a buenas escuelas y en caso de
enfermedad tendrán atención médica en hospitales públicos bien servidos.” (En
la República Dominicana la Socialdemocracia es una Estafa Política… Pág. 7)
Durante cinco siglos nuestro continente
estuvo al amparo de algunas naciones, sobre todo España y Portugal, como
colonialistas y en los últimos ciento y pico de años, Estados Unidos como
neocolonialista, imponiendo todo tipo de políticas favorables a sus intereses
en la región; se han manifestado en el continente con intervenciones,
subversiones, golpes de estado y guerras de baja intensidad (Ver a Juan Bosch en De Cristóbal Colón a
Fidel Castro. El Caribe, frontera imperial)
Lo que hacían las clases dominantes en sus
funciones de gobierno era limitar cada día más sus horizontes históricos de
reproducción. Vamos a decir que se agudizaban las contradicciones, como se
decía antes, entre grandes masas empobrecidas y una minoría con irritantes
privilegios, dando paso a situaciones de grandes conflictos que en nada
favorecían el desarrollo de los pueblos. Ejemplos hay de sobra: Tuvimos
sangrientas y prolongadas dictaduras, donde la desaparición de
ciudadanos, el destierro y la tortura eran cosas cotidianas; pseudodemocracias corruptas, embrutecedoras de sus pueblos y no
menos sangrientas que las dictaduras, teniendo ambas respuestas violentas como
sucedió con los senderistas (Perú), tupamaros y montoneros (Cono Sur),
sandinistas, el Frente Farabundo Martí, la Organización del Pueblo en Armas
(Centroamérica) y por último los grupos armados diversos de Colombia, donde se
distinguen más los FARC-EP y el ELN, para solo mencionar ocho respuestas
violentas al oprobio en estas tierras.
Contrario a la socialdemocracia, la
izquierda jugó a la agudización de las contradicciones para producir los
cambios estructurales que requieren nuestras sociedades, ofreciendo a las masas
programas proletaristas, extraños a su realidad económica, social, cultural y
política sin obtener los frutos deseados. Ambas respuestas, socialdemocracia y
programa proletarista, carecían de las condiciones materiales e institucionales
que las pudieran sustentar como gobernanza.
Ninguna de esas agudizaciones de
contradicciones nos produjo la dialéctica de las revoluciones en el continente,
salvo Cuba, que por razones históricas y dirección carismática de su máximo
líder ha sobrevivido enarbolando logros en el aspecto del capital humano, como
pocos países lo han hecho, aunque estrangulada en su desenvolvimiento económico
durante más de medio siglo.
Juan Bosch habló muy claro cuando nos
dijo mil veces que nuestra burguesía nacional, siéndolo en cuanto al lugar que
ocupan dentro de la relación con los medios de producción (porque tienen la
tierra, las fabricas y parte de los servicios), no eran tales desde el punto de
vista de su comportamiento y su cultura política sino, más bien, oligarquías y
pequeñas burguesías al servicio de los primeros e intereses foráneos.
Las incipientes “burguesías nacionales” (en
realidad poco nacionales) en alianzas con la embajada gringa fueron
incapaces de llevar a cabo proyectos de desarrollo a lo largo de los años que
produjeran un sistema sostenible, originando una fuerte reacción en el seno de
los grupos excluidos que se han lanzado a conquistar las urnas con un nuevo
liderazgo de múltiples y complejas características.
¿Es posible que los pueblos en donde
se han dado cambios hacia gobiernos progresistas y democráticos aprovechen el
nuevo liderazgo para llevar a cabo las transformaciones que requiere
Latinoamérica?
Los dirigentes del continente deben
plantearse una evaluación del proceso, respetando las particularidades de cada
país, para potenciar la dialéctica de los cambios. Cabe preguntarnos: ¿Dejarían
los poderosos del mundo, en particular los Estados Unidos, que esta nueva
corriente establezca sus propias reglas de juego, modele su propia cultura y que, logrado el excedente suficiente, lo
pueda repartir en las tres partes o los involucrados en el desarrollo, como lo
hacen los socialdemócratas, sin estar bajo la tutoría de las fuerzas externas?
Aunque la intención del liderazgo del
proceso general que vive el continente es de ir profundizándose en cada país,
las experiencias que tuvo América décadas atrás con los gobiernos que
plantearon reformas sociales fue trágica. La historia se repite en algunos
países; Honduras y Paraguay son ejemplos de que los intereses foráneos tienen
en la mirilla a estas tierras que se les escapa de las manos, concentrando
fuerzas para impedir la gran alianza continental de naciones.
La clase media, sectores de poder que
se incorporan al proceso y los pueblos en general van dando pasos que propician
la gran revolución americana, que no será la estafa de la socialdemocracia ni
la inalcanzable proletarización de la sociedad. No sé si se denominará
socialismo del siglo XXI, liberación nacional o como se le quiera llamar, creo
que por esta vía podríamos avanzar hacia una Latinoamérica nueva, sobre todo,
hacia una relación-configuración geopolítica entre nuestros pueblos y el
imperio.
Aunque no es tiempo para decir que América
ha hecho la revolución creando una nueva cultura de la izquierda
latinoamericana en la gestión pública, en lo general, estos tipos de gobiernos
han dado buenos resultados ya que estas tierras al sur de los Estados Unidos
han logrado lo que históricamente no había sido posible.
¿Qué se ha logrado?
a) Ampliar
y fortalecer las relaciones multilaterales con diferentes naciones de
Asia, África y Europa, como son los casos de Rusia, Irán, Vietnam, China, entre
otras.
b) Reducción,
hasta casi erradicar la megacorrupción como políticas de Estado no declarada,
saqueos de los fondos públicos para formar grupos empresariales mafiosos con
redes de intereses en múltiples países.
c) Crecimiento
económico sostenido.
d) Mayor
inversión en el gasto social con el establecimiento de programas de salud, educación,
infraestructura de servicios y microcréditos, etc.
e) Recuperación
de los recursos nacionales renovables y no renovables y sus usos nacionales y/o
regionales en beneficio de otras naciones necesitadas, así como llevar la voz
de sus pueblos a los diferentes foros internacionales en defensa de sus
recursos.
f) Mayor empoderamiento de la población históricamente excluida, la que
participa cada día más en el quehacer de su vida, vinculándose a los temas
nacionales en cuanto a creaciones de constituyentes, constituciones
democráticas y progresistas, manifestándose a favor de sus recursos naturales y
culturales, así como la unidad de los gobiernos a través de organismos como
Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA), Unión de Naciones del Sur (UNASUR)
y MERCOSUR.
Son logros que no pudo tener la débil
burguesía ni la oligarquía en estos países y lo está alcanzando la izquierda no
proletarista, articulando a burguesías nacionales, pequeñas burguesías y
sectores populares, con criterios de transformar a Latinoamérica en sociedades
unidas, más prósperas y justas.
La experiencia revolucionaria de América
Latina ha venido dándose a partir de un proceso de liberación nacional, donde
todos participan como sociedad, de manera democrática, dándose el cambio de la
estrategia de “agudizar las contradicciones”, como planteaba la izquierda
claseobrerizadora, por el de la “negociación de las contradicciones”, como una
vez lo dijo Omar Torrijos al llamar la atención por los yerros de la izquierda
tradicional de este continente.
La clase media consciente del papel histórico, no el
proletariado.
Sectores
de la clase media hoy, en América, encabezan una corriente política de grandes
esperanzas de cambios estructurales, aunque lentos, pero con profundas raíces
culturales para la nueva vida.
Bosch al hacer sus
análisis de la pequeña burguesía de nuestro país infiere que se trata de
sectores sociales de gran potencial revolucionario, de extremada movilidad de
posicionamiento político, económico, que requieren de educación y práctica
revolucionaria para la asunción de la dirección del proceso transformador.
Nos decía al respecto: “… en las crisis políticas que se presentan en forma de
lucha de clases… hay individuos que se pasan de su clase a la opuesta o de su
capa a una más alta o más baja, hecho que se ve de manera nítida cuando esa
lucha se lleva a cabo entre dos clases antagónicas como sucede en las del
proletariado contra la burguesía” Y
pone como ejemplos que Marx, Engels, Mao Tse-tung, Ho Chi Minh y otros líderes
mundiales del proletariado no fueron proletarios sino pequeños burgueses, y,
por el contrario, grandes líderes de la clase obrera norteamericana terminaron
apoyando los bombardeos a Vietnam como lo hicieron los burgueses. (La Pequeña Burguesía en la Historia de la
República Dominicana, 1era. Edición, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo,
1985. Páginas 84 y 85).
Por
eso Bosch fue riguroso en los métodos de formación y trabajo de los militantes
políticos de los diferentes sectores de la clase media que luchan por el cambio
de la sociedad. En su pensamiento hay una concepción revolucionaria
culturalista, ética y participativa porque establecía que el cambio por el
cambio es tan malo como lo que se quiere cambiar. (Ver Colección de Estudios Sociales. 2da. Edición, editora Corripio,
Santo Domingo, 1992)
El programa de Bosch y los nuevos gobiernos en América
Don Juan Bosch fue uno de los políticos que
con más claridad e insistencia habló de estas cuestiones para diferenciarse de
la izquierda tradicional, al plantear su oposición a la dictadura del
proletariado como gobierno de una clase, expresando la alternativa del gobierno
con respaldo popular, donde se incluyera a sectores burgueses progresistas y
los diferentes sectores de la clase media que forman la sociedad, donde cada
quien pudiera jugar el papel que le corresponde en el proceso de liberación
nacional. Dicho programa es una
interesante tesis que enfrenta al frente oligárquico con propuestas de gran
vigencia en el continente americano en la actualidad, cuando plantea a rasgos
generales:
”1ero.- garantizar trabajo, salud y educación a todos
aquellos que actualmente no disfruten de esos atributos;
2do.- garantizar absolutamente todas las libertades
fundamentales del ser humano; la supresión del hambre y sus funestas
consecuencias sociales; de la explotación de unos hombres por otros que tienen
el dominio de los bienes de producción; del terror gubernamental, policial o de
otra índole;
3ero.- garantizar la verdadera igualdad de todos los
ciudadanos, no sólo ante las leyes del Estado sino también ante aquellas que no
están escritas (refiriéndose a
manifestaciones culturales opresivas) y
sin embargo mantienen divididos a los seres humanos por razones de raza (racismo), religión (intolerancia religiosa), estado social (viudez, soltería, separaciones, uniones libres e hijos fuera de matrimonio),
cultura (etnocentrismo de grupos) y
sexo,” (haciendo referencia a la discriminación de género). (El Próximo Paso: Dictadura con Respaldo Popular.
S/E. Impresora Arte y Cine, Santo Domingo, 1970 pág. 51. Todos los paréntesis y
las negritas son míos, pt)
Este planteamiento puede ser extrapolado a
las sociedades del continente, sin temor a equivocarnos: porque América no
llegó al capitalismo por la vía clásica, llegó por una imposición desde afuera;
su origen anómalo produjo sociedades con características particulares,
careciendo de esas burguesías nacionales que conocieron las naciones líderes
del capitalismo mundial.
La liberación nacional de que tanto habló
Bosch está comprometida con el desarrollo de la sociedad a partir de las
fuerzas endógenas del continente, con fuerzas también de otras latitudes,
“hasta de los americanos incluso” como dijo Sandino, refiriéndose a la gran
nación del norte con la que América
Latina debe mantener relaciones bilaterales equitativas, como derecho de las
naciones.
*El autor es Antropólogo social