Por Pedro Taveras (pjtaveras@hotmail.com)
La sociedad
Para garantizar la
sostenibilidad de la sociedad dominicana, y de cualquier otra, como un
ente vivo y sano es necesario educar a
la población sobre el manejo de los recursos naturales, el consumo y la producción de energía.
La humanidad necesita trabajar
para producir los nutrientes de
su desarrollo y constante transformación a partir de fuerzas propias y foráneas;
esto, pecando un poco de biólogo, es lo
que nos asemeja, como colectividad, a cualquier ser vivo.
La sociedad dominicana, como
ente vivo, requiere de acciones
educativas para que los habitantes de esta media isla podamos vivir en
fraternidad con el medio ambiente que es el que nos da calidad de vida, de lo
contrario, pereceremos en esta contienda de vivir contaminando nuestro propio
mundo.
La otra parte de la isla Hispaniola es un ejemplo de cómo la
desaparición de los ecosistemas naturales puede poner en juego la vida de la propia población humana;
ya que Haití se ha convertido en un cabezal de piedra, desapareciendo sus
recursos naturales.
La amenaza de destrucción de nuestros recursos naturales incrementa la
vulnerabilidad de la sociedad antes fenómenos como la sequía, temporada
lluviosa, calentamiento global y los diferentes tornados que aparecerán con más
intensidad en los próximos años.
En la República Dominicana se han
presentando en diferentes épocas y provincias fenómenos que han producido
estragos, como los fuertes tornados que devastaron áreas de uno o dos kilómetros cuadrados en Arenoso, Cevicos,
provincia Sánchez Ramírez; y en la Yautía, Juan Adrián, Piedra Blanca,
provincia Monseñor Nouel en 2008. “Nunca en mi vida había visto cosa semejante”,
aseguró un campesino de una de las zonas afectadas; ni decir lo que sucedió en
Dajabón, provincia de la frontera norte con Haití, años atrás, donde casas y
árboles fueron totalmente destruidos.
La energía
La Vida depende de la energía. La energía es vida. “Es la capacidad de
la materia de producir trabajo en forma de movimiento, de calor, etc.” Las
energías producen una cadena infinita de
grandes riquezas tanto en la naturaleza como en la vida humana.
Las grandes riquezas del mundo
han sido el producto de un trabajo
constante de hombres y mujeres interactuando en un tiempo determinando. Las riquezas naturales es obra
del accionar de la naturaleza durante cientos, miles y millones de años: por
ejemplo una gota de agua cayendo en una roca
origina una caverna; una brisita
barriendo arena puede crear una montaña, como en el caso de las dunas. En cuanto a la energía generada por la sociedad
humana, podemos señalar que del trabajo de hombres y mujeres en perpetua interrelación
han surgido grandes maravillas: desde el surgimiento de la percusión en el paleolítico
al golpear la piedra, pasando por la revolución neolítica diez mil años atrás,
hasta llegar a nuestros días, momento en que los seres humanos se han
convertido en gigantes.
Hace aproximadamente un millón y medio de años que aparecen los
cimientos culturales de las mujeres y los hombres de hoy. Desde el arte rupestre, hasta nuestros días, los seres humanos han construido la
muralla china, los grandes castillos, las
obras hidráulicas, las grandes torres, las grandes ciudades y otras mil maravillas que, junto a las
exploraciones espaciales y la mirada satelital,
los han hecho dueños de la naturaleza y de todas sus especies
vivientes,.
La mayoría de la población del planeta se beneficia de la bondad de los
recursos naturales, muchas veces de manera irresponsable, sin importar si
pertenecen a países ricos o pobres.
Aquel sueño del “hombre hermano del hombre” se ha invertido en el Hombre
enemigo de Hombre y de la naturaleza; por eso busca controlar la energía como poder y no como
fuerza para satisfacción de necesidades vitales; tal vez ese ha sido su grave error.
Por lo tanto, toda forma de
producción y utilización de la
energía debe ser producto de un proceso,
que tiene como espina dorsal el
comportamiento humano, la educación en
función de las ya famosas tres
"r": reducir, reusar
y reciclar.
Reducir
Reducir, disminuir el uso de los productos, implica
incrementar los ahorros, lo que conlleva
al individuo, a la familia y a la sociedad a la acumulación de grandes
capitales. Conocemos los casos del régimen
de austeridad de la Alemania de la
postguerra; y de Japón, que se levantó de las cenizas que dejaron las dos
bombas más grandes (Hiroshima y Nagasaki) que ha conocido la
humanidad, ambas naciones se convirtieron en grandes potencias, gracias a los
niveles de ahorro (en parte) que llevaron a cabo en esos años.
Se nos educa para consumir. El consumismo envilece y embelese a la
gente, es contraproducente al desarrollo sostenible de la especie humana; sobre
todo, aumenta las consecuencias de la contaminación y el calentamiento global, del que tanto se habla.
Cuba, salvando las diferencias con las realidades vivida por Japón y
las demás sociedades de la postguerra, ha sobrevivido en la coyuntura histórica de las últimas cinco décadas, a
base de la reducción de los consumos. Su llamada revolución energética (en el
sentido de las batallas de ideas libradas en los últimos años), se basó en reducir consumos, no solo reducción por escasez, si no por principio de
dirección, por inspiración en un caso y por presión en otro. Se lanzaron a las
calles contingentes de jóvenes trabajadores sociales, a los que el líder de
aquel país llamó "los médicos del alma", porque hicieron posible la
reducción de los consumos con menos descontento que en cualquier otra latitud, donde
la gente no lo concibe.
El líder cubano libró una interesante lucha ideológica, buscando
demostrar que ahorro o reducción de consumo innecesario, es fundamental para la
vida del planeta, y pone como el solo cambio de bombillos incandescentes por fluorescentes,
ya que millones de bombillas de alto consumo sustituidas por las de menor
consumo se traduce en ahorro de millones de watts horas, y esto significa
millones en divisas para los que no tienen hidrocarburo y menos emisión de
gases contaminantes para la atmósfera.
Reusar
Reusar, volver a usar los productos sin
transformarlos, ha sido algo inconcebible, para las
mentalidades consumistas. Hay que reusar aquellos objetos no biodegradables, como son
los plásticos, vidrios, metales, etc., sin caer, ¡claro esta!, en transgresiones
a normas elementales de la seguridad y la salud.
En África del Sur está prohibido usar bolsas plásticas delgadas y existen penalidades de años de prisión y
miles de pesos de multas para los violadores. El grosor o calibre de las bolsas
es determinante para que el producto pueda reusarse.
En Irlanda, como en muchos países, los clientes deben pagar por las
bolsas plásticas, lo que conlleva a una reducción del consumo. La gente se
preocupa por adquirir un producto de mejor calidad, que permita el reuso.
En muchos países las medidas que de manera directa inducen a reducir,
reusar y reciclar no se
cumplen y es pasto de los desaprensivos para crear confusión en el seno
de la población, aprovechando los niveles de desconocimientos que la gente tiene, sobre la importancia de reducir
consumos, reusar y reciclar
los materiales que van a la “basura”.
Reciclar
Reciclar es convertir deshechos en nuevos productos mediante la transformación.
En China, como en otras naciones, encontramos ejemplos de cómo la gente anda en
plazas y calles detrás de los transeúntes para que le entreguen la
"basura" la cual es
reciclada por pequeñas, medianas y grandes empresas que la venden como materia prima. También los
taiwaneses hacen lo mismo.
En la China y en el resto de la región, donde se ha producido gran crecimiento
económico, el componente reciclado es de primer orden para crear la materia con
que elaboran parte de los productos con
que invaden el mundo.
En los casos de papeles y los cartones, cuando logramos una tonelada de
productos reciclados estamos salvando 17 árboles de aproximadamente 20 años de
edad que podrían ser destinados para
muchos usos o dejarlo para que ofrezcan los servicios ambientales vitales.
La "basura" plástica que en nuestras municipalidades
constituyen un dolor de cabeza, es al mismo tiempo, una oportunidad para
convertirla en materias primas que necesitamos para crear bienes y servicios.
Es de reconocimiento que ya en la República Dominicana
comienza una incipiente industria del reciclaje, sobre todo de plásticos, tanto
en la capital como en la zona norte, y eso se traducirá en grandes beneficios
para el país, porque invertimos millones (US$) en comprar plásticos diversos,
mientras tenemos toneladas de estos frente
a nuestras viviendas, en las
calles, esperando que los quiten del medio, mientras la madre naturaleza,
inerme, desnuda, soportando con paciencia la degradación a que la someten, se
prepara en silencio para devolvernos con creces, sin discriminación, el golpeo
a la que la sometemos, entonces pagaremos justos por pecadores.