Por Pedro
Taveras (pjtaveras@hotmail.com)
Durante el mes de octubre de
cada año miles de personas se desplazan hacia el campo para plantar millones de arbolitos, aprovechando la
celebración del Mes de la Reforestación y la buena distribución de las lluvias
que se producen durante este período.
Octubre, Mes de la
Reforestación, fue instituido en el 1997, el mismo año que fue creado el Plan
Nacional Quisqueya Verde, ahora perteneciente
al Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales.
La reforestación es una
actividad que realizan hombres y mujeres organizados en brigadas en toda la
geografía nacional, durante los 365 días que tiene el año, ya que el acto mismo
de plantar arbolitos con los voluntarios implica la preparación del terreno,
luego el mantenimiento y protección contra animales e incendios de las plantas.
Los grupos de personas que participan en las
jornadas de reforestación pertenecen a instituciones públicas y privadas de
diversos sectores, ONGs, escuelas, colegios, universidades, bancos, embajadas y
organismos internacionales, entre otros; que son llevadas a lugares
específicos, previa coordinación y organización del viceministerio de Recursos
Forestales del Ministerio de Medioambiente, donde se le guarda el terreno
preparado, los arbolitos y la orientación precisa de la reforestación, teniendo
las instituciones solo que gestionar transporte y refrigerios para los
participantes en las jornadas.
Cada jornada de reforestación
con voluntarios ofrece grandes beneficios para el país y el grupo colaborador,
que podemos calificar como productivo, educativo y lúdico.
Productivo, porque en cada jornada de reforestación se siembran
miles de árboles en las principales cuencas hidrográficas que, sumado al
trabajo permanente que realizan las brigadas a nivel nacional, alcanzan a millones de árboles plantados,
que al cabo de los años se convierten en bosques con valores económicos y
ambientales cuantiosos por todos los
beneficios que ofrecen para las hidroeléctricas, acueductos, canales de riego y
la agricultura.
Educativo, debido a que los
participantes se informan, conocen qué es la reforestación, dónde, cómo, con quiénes y cuándo se reforesta, ya que se
vive la experiencia de responder a esas interrogantes de manera participativa;
además de fomentar la responsabilidad social individual y corporativa.
Lúdico por lo placentero de la
actividad, ya que constituye un acto de amor, de contemplación de la belleza
escénica, de ejercitación física y espiritual y de goce por una labor que
redunda en beneficio para el país.
En síntesis, las jornadas de reforestación constituyen una fiesta nacional y un deleite
para el cuerpo y el alma de los partícipes en un espacio natural; lo que se expresa
cada mes de octubre cuando se suman cada vez más instituciones y cuando los que
ya han vivido la experiencia retornan
con sus familiares, amigos o compañeros de trabajo para volver a vivir la
altruista aventura de reforestar.
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