lunes, 13 de enero de 2020

Relativismo Cultural

Por Pedro Taveras


De acuerdo a una escuela  de la antropología cultural clásica las ideas y los actos de la gente cobran sentido a partir del contexto ambiental en el cual surgen, entiéndase como ambiente el espacio  y el devenir histórico de la colectividad donde se dan los acontecimientos. En las sociedades primitivas o simples muchas cosas tienen "sentido" por el lugar (tiempo-espacio) donde están, así sucede con muchas manifestaciones de culturas al margen de la “verdad” que creemos, y lo vemos en los diferentes sectores de la geografía de este planeta, en lo regional, en lo nacional y en lo local. Así se encuadra el relativismo cultural que tiene entre sus más conspicuos exponentes a Franz Boas (1858-1942).

En este país (República Dominicana),  el concepto relativismo cultural debe aplicarse cuando los  gestores de desarrollo trabajen con la gente, con campesinos y zonas transfronterizas; zonas rurales como las comunidades campesinas que son subvaloradas en todo el mundo, minorías étnicas, migrantes y residentes en zonas urbanas con características particulares, independientemente de los juicios de valores que podamos tener de los mismos.

Y así hablamos del campesino como forma de producción de aquella familia de la zona rural que cultiva la tierra y se dedica a la crianza de animales domésticos, sea en terreno propio, de ocupación o alquilado, que no paga jornales, porque todos trabajan en su unidad de producción en tareas agropecuarias  e insertado en mercados locales y regionales, cuyos valores y manifestaciones culturales de parentescos consanguíneos (Familia), ritual o político (relación de compadrazgos), religiosidad particular, sin la institucionalidad oficial de una u otra religión, están bien estudiados por los antropólogos sociales.

Ese tipo de producción y de vida ha sido desplazado por la gran industria agrícola de los monocultivos y las relaciones de producción capitalistas, encontrarse con este tipo de producción es una reliquia en países como República Dominicana; lejos de  destruirlo debemos estimular o adaptarlo al presente tecnológico, a los nuevos enfoques de sostenibilidad que se discuten para bien de nuestra biodiversidad.[1]

Tenemos poca población cuya forma de producción pueda llamar campesino, aunque si en muchas unidades familiares del campo (y ciudades también), sobreviven dichas manifestaciones culturales de producción que están siendo vista como una alternativa para la seguridad alimentaria ante la avalancha de productos de baja calidad nutricional y que no ayudan en garantizar buena salud de la gente en general.

También sucederá con los trabajos de la frontera dominico haitiana (Con familias campesinas) donde muchos creen que un muro físico de concreto costosísimo es la solución a los problemas fronterizos, cuando en realidad el muro debe ser al desorden inmigratorio.

El trabajo con la frontera tiene que partir del análisis de lo que es una subcultura transfronteriza y sus manifestaciones materiales y espirituales, no limitada a un proceso migratorio que es otra cosa que descansa en estamentos regulatorios de los Estados.

Como subcultura transfronteriza, hago referencia a este mundo real o imaginario de la gente de esa zona, la cual es haitiana o dominicana, pero con  particularidades como son manifestación lingüística de dicha población; son bilingües, porque hablan el castellano dominicano y el creole haitiano.

Es la población que comparte un espacio arquitectónico (casas, vías valles) y ve los mismos canales de televisión; vive un mundo intercultural y de intercambio comercial, como son usos de monedas de manera indistinta; uniones matrimoniales, haitianos que cruzan de manera cotidiana con o sin documentos, pero se quedan en ese ámbito de frontera; dominicanos también haciendo lo mismo: cruzan para allá y para acá; jugando números para la “suerte” en una banca, en peleas de gallos, celebrando fiestas santas-profanas (religiosas), los “cultivos” furtivos  del “a media” y “tres por uno”; el pastoreo, buscando la leña, enamorándose; y otros hasta con la parcialidad hacia uno u otros de los partidos políticos conocido de ambas naciones.  Todo ese mundo se revaloriza y se interpreta de la  “manera fronteriza”; es decir, como subcultura transfronteriza que muchos desde fuera no entienden y otros que habitan allí tampoco comprenden esta dinámica por las ideas pre-establecidas.[2]

El beneficio del relativismo cultural para la sociedad en general es proporcionar niveles de tolerancia mayores en cuanto  a los aspectos de las culturas y subculturas en la acepción de la antropología social.




[1] Para los lectores interesados en el tema del campesinado, desde la antropología social y cultural, recomendamos, entre más de un centenar de autores que están en internet, como Karl Marx (1818-1883. En tomo III del Capital), Carlos Kauski (1854-1938. La Cuestión Agraria); a un grupo de antropólogos norteamericanos de diferentes orígenes, como  Robert Redfield (1897-1958. La Pequeña Comunidad y la Cultura Campesina), Oscar Lewis (1914-1970. Con Tepoztlán), Eric Wold (1923-1999. Los Campesinos), Sol Tax (1907-1995. El Capitalismo del Centavo); Héctor Díaz Polanco, con otros autores académicos, dan implicaciones prácticas y políticas del tema; también están los estudiosos  de la forma campesina de producción, con una perspectiva ambiental, ecológica, con el tema central de la ecología y la sociedad, quienes han producido centenares de trabajos sobre el tema, centrados en las raíces profundas de las culturas originarias (Y el Campesinado como vestigio y laboratorio), se encuentran John Bellamy Foster con La Ecología de Marx) Víctor Manuel Toledo, M. A. Altieri, González de Molina, Martínez Alier y Eduardo Sevilla Guzmán. La lista es larga y no es cuestión para  una nota  mencionarlos a todos con sus principales obras,  algunos con abundantes trabajos y otros con pocos, pero de apretada síntesis conceptual. Todos se encuentran en el internet, en bibliotecas digitales o con tan solo poner sus nombres y algunas palabras vinculantes.

[2]Sobre este tema recomendamos leer al antropólogo social Rafael Puello Nina con su trabajo La Frontera Dominico-Haitiana, un espacio para la humanización y el desarrollo Sostenible…Editorial Búho, Santo Domingo 2015.
PNUMA, 2013. Haití-República Dominicana, Desafíos Ambientales en la Frontera, en el que participan más de una veintena de colaboradores y avalado por 320 fuentes. Bajado de la red 2019.
De Haroldo Dilla Alfonso encontramos numerosos trabajos que merecen prestarles atención, porque se concentran en tratar el tema de la frontera con bastante elaboración y marcado rigor sociológico, entre decenas de autores dominicanos y extranjeros que tratan el tema de la frontera dominico-haitiana en voluminosos textos. Con tan solo poner sus nombres y frontera con Haití en  internet, encontrará sus trabajos.
                                                                                                                                                                                                         

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