El autor es antropólogo social
A decenas de miles de cubanas y cubanos que salvan vidas y calman dolores en los lugares más pobres y apartados del mundo.
Con el advenimiento de los regímenes participativos en América Latina, Cuba ha tenido una oportunidad para demostrar, una vez más, el sentido de la solidaridad con los pobres del mundo, sin importar el gobierno que tengan, y a la vez un respiro para comenzar a construir un camino o, mejor dicho, reparar un camino construido en el vaivén de la guerra fría y bajo las más grandes presiones que patria alguna haya tenido con todos los poderes del mundo en su contra.
La tierra de Martí construye la democracia socialista hostigada por la potencia económica y militar más grande del mundo que, para mal de Cuba, se encuentra en su frontera, sin ser la isla una amenaza para la seguridad de la gran nación norteamericana; mientras le da la mano a millones de seres humanos que sufren en Asia, África, América. Y no vaciló en ofrecer la incalculable ayuda de más de mil médicos, cuando Katrina atacó a los pobres y negros de Nueva Orleans, dispuestos a ir, como emergencia, donde otros galenos no llegarían.
Hace más de treinta años que Cuba viene planteando la coexistencia pacífica y el derecho al desarrollo en el mundo de los no alineados, así como diálogos con las administraciones estadounidenses, algunos acuerdos infructuosos, otros insuficientes en su ejecutoría; entre ellos los acuerdos migratorios y la lucha contra el terrorismo, como ejemplos de sus modestos esfuerzos.
Por mucho que quiera hacer la revolución es imposible desarrollarse a plenitud con tantas adversidades; bastante ha logrado, a pesar de depender, en muchos casos, de los intercambios a través de terceros.
Difícil fue para la isla haber perdido a sus socios económicos tradicionales después del derrumbe de la Europa del este o bloque socialista.
Gracias a que, como dice la canción de Pablo Milanes, “…Bolívar lanzó una estrella azul, que Fidel dignificó, para andar por esta tierra…”, Cuba se abre camino en esta geografía americana.
El estigma del barbudo alzado en las selvas americanas se mantuvo por mucho tiempo en la mente taumaturga de los pueblos del continente, unos viéndolo como un redentor y otros como una amenaza a sus intereses, idea que ha ido cambiando por la presencia de médicos del cuerpo y médicos del alma “alzados” en montañas y barriadas dando amor y solidaridad, facilitando el “Yo si puedo” y las diferentes misiones en pro de la vida entre los excluidos del continente.
La estrategia cubana décadas atrás no estuvo en América como quizás creyeron algunos, al contrario, la América verde se mantuvo en luchas de ghettos guerrilleros, desperdigados en su inmensa geografía, en un completo diversionismo ideológico, tratando de hacer sus cambios estructurales con políticas y culturas particulares, que fueron desde el sincretismo político religioso (Perú), pasando por el culturalismo sandinista (Nicaragua); así como la expresión urbana de la lucha revolucionaria en el cono sur (Uruguay y Argentina) y el electoralismo como proceso de la izquierda (Venezuela antes de La Quinta República).
En esta parte del mundo no fue posible un Vietnam, dos Vietnam y tantos Vietnam como países oprimidos existieran, como pretendió el legendario “Che” argentino. Al final de la década del 60 este escenario se cerró en la América morena y Cuba se fue al continente negro a saldar la deuda de la esclavitud, creándose allí varios Vietnam, quedando demolidos regímenes oprobiosos del continente y con ésta la independencia del colonialismo, el neocolonialismo y la eliminación del racismo como política de Estado.
Después de más de treinta años de Cuba en África (y que conste: sigue en África) regresa a la América nuestra, no con el fusil liberador, no como la Cuba “invasora”, “comunista” y “comegentes” como les decían. Esa entrada a nuestra América ha sido con la bata blanca de la salud y la pureza, con el lápiz de la educación e instrucción para la libertad, con la mano edificadora de sociedades más justas. Así ha venido Cuba a clavarse en el mismo corazón de América, solidarizándose con el resto de la humanidad como ningún pueblo en el mundo lo ha hecho.
Decenas de miles de hombres y mujeres profesionales ofrecen lo mejor de su formación social y técnica a los más necesitados de varios continentes: en Haití, en Bolivia, en Centro América, en Venezuela, para sólo mencionar algunas naciones de este continente, están los cubanos y las cubanas con mano, corazón y mente practicando el amor a escala social, dando su vida por lo demás. Por eso defender a Cuba socialista es una cuestión de amor a los demás, es un acto personal y debe ser una posición de los gobiernos y pueblos de este continente. ¿Por qué hay que estar contra Cuba si nos ha dado tanto?
A Cuba por gratitud se le respeta, como nos enseñó Juan Bosch, el maestro de siempre, cuando al hablar de la cantidad de ediciones que se habían hecho en el mundo de su libro El Arte de Escribir Cuentos, excluyó a Cuba y manifestó que no mencionaba el número de las ediciones cubanas porque las desconocía, ya que en la patria socialista no necesitaban de su autorización para publicar sus libros, porque “A Cuba se la da, no se le pide”.
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