viernes, 27 de junio de 2008

Juan Bosch luminoso y sempiterno

Por Pedro Taveras (*) La primera idea que me formé del Profesor Juan Bosch estuvo asociada a su figura física, a su cara luminosa y sempiterna, porque desde los primeros años de crear conciencia de mi existencia, en mi casa existe un afiche a blanco y negro que dice “Juan Bosch, el líder de la libertad”, en su parte inferior derecha un “jacho prendío”.
Me parece, sin temor a equivocarme, que era el afiche de la campaña electoral del año 1962, las primeras elecciones presidenciales libres, después de la muerte del dictador Trujillo en la República Dominicana, en las cuales Juan Bosch salió electo presidente.
Dicho afiche ha estado en todas las casas en que hemos vivido en Estancia Nueva de Moca, como también ha ocupado el salón principal de los locales del Comité Municipal coronel José Contreras del Partido de la Liberación Dominicana en este municipio, hasta finalizar los años noventa, cuando la dirección del partido en la localidad lo retornó a nuestro hogar, dónde permanece como un icono incorregible de la vida.
En una época estuvo en el armario, detrás de cortinas, en algún closet viejo, donde pasaba desapercibido; probablemente fue a parar allí luego del allanamiento que hicieron en mi casa posterior al golpe de Estado del 63, dirigido por un teniente llamado Darío, quien conocía de papá, y de toda mi familia, nuestra simpatía y fidelidad por el Profesor Juan Bosch, ya que vivía y vive aún en Estancia Nueva. Este teniente quien dirigía la patrulla, muy decentemente, pidió permiso a mamá para entrar al almacén y se puso personalmente a chequear las habitaciones, para que nadie más viera nada de lo creía que iba a encontrar, pero se hizo de la vista gorda ante el retrato del profesor, que para entonces era “cuerpo de delito”.
Horas antes mi mamá había sacado unos panfletos del Partido Revolucionario Dominicano, del cual papá era presidente en la comunidad; los había enterrado en un cafetalito como a doscientos metros de la casa; solo quedó un sable de los que usaba la policía y como nos decía papá, era un arma que la policía quitaba cuando se encontraba en manos de civiles; y el retrato de Juan Bosch, enmarcado con vidrio.
Ese símbolo de la libertad dominicana, con su mirada sempiterna, vigilante, sin parpadear un instante, se mantuvo siguiéndole los pasos al teniente y, en un momento, sus miradas se cruzaron, entonces el oficial, como resguardo, simuló no encontrar lo denunciado.
“Ay, Juanbó” - dijo mamá entre los dientes, poniéndose la mano en la boca, como si hubiese estado en persona escondido en la habitación- “El sable”- decía, entre el terror y la serenidad de una mujer que había pasado muchos sobresaltos en la vida.
Mamá vivió en carne propia los allanamientos y la perpetua vigilancia en la casa de mi abuela paterna en Estancia Nueva de Moca; el encarcelamiento de trece miembros de la familia, unos en el centro de tortura de La Cuarenta, La Victoria y otros en la isla Beata, por pertenecer al movimiento trinitario Acción Clero Cultural (ACC), dirigido por Mariano García Cepeda (Marién), movimiento formado por sacerdotes, seminaristas, familias y personas del Cibao vinculadas al 14 de Junio de Manolo Tavarez en la lucha contra la dictadura; durante mucho tiempo vivió con la ansiedad de que más de los muchachos fueran detenidos, lo que afortunadamente no sucedió, porque los capturados solo reconocieron su participación y no la de los tres que cada uno dirigía en su respectiva célula.
El teniente dio varios cruces en el interior, salió y le dio una vuelta a la casa en dirección contraria al reloj, se le acercó a mamá, quien se mantuvo en la puerta principal donde también había un anexo que funcionaba como terraza, diciéndole que hubo una denuncia de que había armas escondidas en el almacén. Justamente era un almacén que usábamos como vivienda, con algunas divisiones al interior hechas de cartón liso. Y que se supiera solo recuerdo el sable, los volantes y el retrato de Juan Bosch, el líder de la libertad, como atentados a la “seguridad nacional” en la frágil sociedad de aquella época.
El teniente se mantuvo muy activo en la búsqueda de las armas para que, en caso que “estuvieran allí”, nadie más las viera y concluir como sucedió: no encontró nada de lo denunciado; salió de la casa y reunió a los policías en el patio, como a cinco metros de la puerta principal del almacén. No sabemos que informó a sus subalternos, marchándose con la ceguera de no haber visto a Juan Bosch, que era el gran temor de mamá.
Darío, el teniente, vive aun y siempre ha sido como un familiar, con quién nunca hemos hablado sobre este tema.
* Antropólogo Social, precursor de la Fundación Profesor Juan Bosch

1 comentario:

  1. El artículo retrata claramente el miedo de una sociedad recién salida de una dictadura. Creo, y te flicito por ello, que la capacidad de síntesis y la humanidad que resume el artículo expresa con meridiana claridad que aun en medio de la aberración, aparecen persanas qeu comprendieron el trabajo solidadrio y el esfuerzo libertario de una gran familia.

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