domingo, 27 de octubre de 2019

“Soy Trabajador del Arte”

Por Pedro Taveras

De izquierda a derecha: Pedro Taveras y Alberto Méndez
Una vez viajaba en una guagua pública desde La Habana a la provincia Matanza, Cuba; fue el 13 o el 14 de diciembre de 1979, y me tocó sentarme al lado de una persona de cuarenta y tantos años, con apariencia de artista.  A pocos minutos de estar sentado junto a un pasajero desconocido para mí, me tomé el atrevimiento de iniciar una conversación con él preguntándole a qué se dedicaba y me contestó: “soy trabajador del arte”.

Pensé en silencio ¿trabajador del arte? e insistí: ¿qué haces específicamente?; y me respondió: “coreógrafo de ballet”, siendo un analfabeta en materia del arte,  disimulé un poco, y para romper el hielo le pregunté  por el caso que en  ese momento era noticia por todo el mundo, el hecho de que  Ludmila Vlasova, creo que la primera bailarina del Ballet Bolshoi de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), y Alexander Godunov, protagonizaron un conflicto en plena Guerra Fría entre URSS y EEUU, en un aeropuerto de Nueva York; porque Alexander desertó y ella se negó hacerlo, se mantuvo varios días dentro de un avión de pasajeros exigiendo que la llevaran de regreso a su País.

Le pregunté por ese caso para poder continuar la conversación, porque no sabía ni se nada sobre ballet, pero si sobre la acción del bailarín soviético del que tanto habló la prensa mundial. Él fue cauto y me respondió con generalidades, lo que no me importó mucho porque no sabía con quién hablaba, solo que era un “trabajador del arte” y eso, dentro de la cosmovisión y la semántica de la sociedad dominicana de aquella época y de la que nos toca vivir en la actualidad es “cualquier cosa” dentro del engranaje social del trabajo.

Este artista me hablaba como si fuéramos amigos, no me preguntó nada y no sé si se dio cuenta en ese momento que yo era de Dominicana. En un momento me paré y me moví hacia las primeras líneas de asientos, donde estaban las personas con quien viajaba, y alguien (el cubano que nos acompañaba) me preguntó por él, como si yo lo conociera, le dije no sabía quién era y que cuando me senté a su lado pensé que era un turista ruso. El cubano sonrió y me dijo muy discretamente: “Ese es Alberto Méndez, ¡caballero! ¿Tú no sabes? “, Él se alarmó, sorprendido de que yo no conociera al pasajero de mi asiento.

Me quedé pensativo tratando de simular mi ignorancia y volví al asiento junto al recién conocido; para seguir hablando asuntos sobre Cuba, que eran de mucho interés para mí, que entonces era un muchacho de  campo de una provincia dominicana y que no conocía la capital de su país. Él hablaba de manera pausada, a pesar de mi batería de preguntas imprudentes en algunos casos.  

Antes de llegar a nuestro destino final alguien del grupo, que viajaba con una cámara, me dijo te voy a hacer una foto con él y me la hizo. Saber que era una de las grandes figuras del Ballet Nacional, me motivó a localizar a la fotógrafa, meses después, para pedirle esa foto, y afortunadamente conseguí una copia.  

Esa foto, a blanco y negro, junto a de Alberto Méndez, mi compañero de asiento, un simple pasajero de un autobús público que viaja hacia una provincia…pasajero o toda la fama del mundo montado en un autobús, aun así, se hizo llamar un trabajador del arte, la he guardado por 40 años.  Mi ignorancia sobre ballet me llevó a no hablar de esto y aunque hace tanto tiempo, tal vez no sea tarde y hoy lo cuento, a propósito de la muerte de Alicia Alonso, gloria del Ballet Nacional Cubano.



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