lunes, 28 de abril de 2014

García Márquez hambriento en La Habana

Pedro Taveras (pjtaveras@hotmail.com)
Foto: Alexandra Maldonado

La historia registra que España “renuncia a sus derechos y propiedades sobre Cuba” y cede sus derechos de ultramar con Puerto Rico a Estados Unidos, así se repartían esa parte del Caribe las dos potencias al final en la segunda mitad del siglo XIX, con el Tratado de Paris en 1898;  pero, en realidad, Estados Unidos siguió siendo el dueño de ambas islas, de ambas patrias, hasta que la revolución cubana perforó la frontera imperial.

En Cuba los automóviles, las lavadoras, los  ventiladores, las locomotoras y los barcos, más 30,000 artículos (a excepción de los relojes que eran suizos) procedían de los Estados Unidos de América, al momento de ser decretado el bloqueo por el poderoso país en 1962. Cuba quedaba desamparada, embargada por quienes manejaban la isla a su antojo y, lo curioso del caso, fue que la población siguió su vida como si las cosas no estuviesen escritas; al contrario, la gente se dedicó, inocentemente y aprovechando oportunidades, a  consumir más de la cuenta. Así estaba La Habana posterior al triunfo revolucionario, según contaba entonces un  joven periodista llamado Gabriel García Márquez, quien escribía para Prensa Latina, una agencia de prensa creada a raíz de la revolución encabezada por Fidel Castro. (1)

García Márquez escribe: “…Los técnicos mejor calificados eran norteamericanos y la mayoría de los escasos técnicos cubanos cedieron a las ofertas luminosas de sus patrones extranjeros y se fueron con ellos para los Estados Unidos” (2)

El escritor colombiano cuenta que buscando donde desayunar se encontró con una miliciana que lo detuvo con un “alto, compañero” pero que al ver y escuchar la explicación del hombre hambriento, ésta le indicó donde había una fonda con la puerta media abierta porque era de madrugada y estaban haciendo las actividades de limpiezas para la apertura, ya que   faltaban horas para la labor diaria: "...Pedí huevos fritos con jamón, café con leche y pan con mantequilla y un jugo fresco de cualquier fruta. El hombre me dijo con una precisión sospechosa que no había huevos ni jamón desde hacía una semana ni leche desde hacía tres día, y que lo único que podía servirle era una taza de café negro y pan sin mantequilla, y si acaso un poco de macarrones recalentados de la noche anterior. Sorprendido, -dice el novelista- le pregunté qué estaba pasando con las cosas de comer, y mi sorpresa era tan inocente que entonces fue él quien se sintió sorprendido.
No pasa nada-me dijo-. Nada más que a este país se lo llevó el carajo." (3)

Así podemos citar cientos de situaciones que ha vivido este país desde el primer momento en que  decidió hacer su propio camino conducido por las ideas luminosas de José Martí y la magistral dirección de Fidel Castro.

Las situaciones que se cuentan van de lo sublime a lo dramático, de lo real a lo imaginario, dependiendo del matiz político e ideológico que las califica y descalifica como realidad socializada de acuerdo a los intereses a  defender.  A diario se llenan cientos de cuartillas describiendo el "infierno comunista"  en la Internet, desde el interior de la isla, y en  las diferentes radioemisoras que transmiten hacia la isla con el apoyo EE.UU. Una conspiración perpetúa constituida en una política de Estado, insólita en un mundo de distensión. Los hechos no me desmienten y, al final, los resultados obtenidos por la agresión son otros: cada día la revolución se anota logros inalcanzables para la mayoría de naciones del mundo, sobre todo en el desarrollo humano, a pesar de tantas limitaciones e insatisfacciones. Logros y avances reconocidos hasta por organismos de las Naciones Unidas.

Cuba se anota muchas carreras a su favor al recibir el mundo una inmigración cubana de mucho aporte al desarrollo local e incluso al país que le declara la guerra. Para muestra un botón: un estudiante, salido de la escuela básica de la isla es recibido en la universidad de Harvard y eso lo presenta un presidente de EE.UU. como un logro de su democracia, una muestra de la oportunidad a lo que ellos llaman la libertad que tiene la gente para estudiar en tan prestigiosa universidad, olvidándose de que fue producto del sistema educativo cubano, y que como él hay miles de jóvenes talentosos y talentosas, porque es el sistema que lo produce. La puntuación de los estudiantes cubanos de la educación básica es superior al promedio continental y la escolaridad es un 100% de la población con esa edad.

¿Acaso no son los trabajadores de la salud cubana los que en el mundo pobre, en las condiciones más difíciles  que podamos imaginarnos viva un ser humano, están realizando millones de intervenciones médicas a los más desvalidos?. Para muestra basta otro botón: el proyecto  “Operación Milagro” le ha devuelto la visión a más de un millón de personas de varios países de nuestra América, como diría Martí, y de África.

¿Acaso no es el método cubano de “Yo si puedo” la oportunidad para que millones de seres humanos adquieran la dignidad que les ofrece la lectura y la escritura, como condición básica para el empoderamiento de que tanto se habla?

Acaso no son cubanos y cubanas los que se destacan en el mundo, incluso los que lo hacen  en nombre de la contrarrevolución? Son cubanos y cubanas las que asumieron un mundo diferente, en unos casos como traidores y en otros- que son la mayoría- como opción de ampliar oportunidades para el desarrollo de una espiritualidad. Ambos andan por el mundo obrando para bien o para mal.

Lo que quiero con este párrafo es señalar que aun esos cubanos que se han ido deben su formación al sistema político y social de su país.

No vamos a hablar de las letras, ni de la música o el deporte.  Porque en términos de desarrollo humano Cuba es un país que se fue adelante, como dijera el intelectual dominicano Juan Bosch en su texto De México a Kampuchea (4); porque  sus limitaciones no han sido un pretexto para que  al país “se lo lleve el carajo”.

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(1) "La Habana dos Años Después" Política: teoría y acción, año 9 No.95. Febrero, 1988)
(2) ibídem
(3) ibídem
(4) De México a Kampuchea, editorial PLD, Santo Domingo, 1974.

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