Foto: Alexandra Maldonado
La historia registra que España “renuncia a sus derechos y propiedades
sobre Cuba” y cede sus derechos de ultramar con Puerto Rico a Estados Unidos, así
se repartían esa parte del Caribe las dos potencias al final en la segunda
mitad del siglo XIX, con el Tratado de Paris en 1898; pero, en realidad, Estados Unidos siguió
siendo el dueño de ambas islas, de ambas patrias, hasta que la revolución
cubana perforó la frontera imperial.
En Cuba los automóviles, las lavadoras, los ventiladores, las locomotoras y los barcos, más
30,000 artículos (a excepción de los relojes que eran suizos) procedían de los
Estados Unidos de América, al momento de ser decretado el bloqueo por el poderoso
país en 1962. Cuba quedaba desamparada, embargada por quienes manejaban la isla
a su antojo y, lo curioso del caso, fue que la población siguió su vida como si
las cosas no estuviesen escritas; al contrario, la gente se dedicó, inocentemente
y aprovechando oportunidades, a consumir
más de la cuenta. Así estaba La Habana posterior al triunfo revolucionario, según
contaba entonces un joven periodista llamado
Gabriel García Márquez, quien escribía para Prensa Latina, una agencia de
prensa creada a raíz de la revolución encabezada por Fidel Castro. (1)
García Márquez escribe: “…Los técnicos mejor calificados eran norteamericanos y la mayoría de
los escasos técnicos cubanos cedieron a las ofertas luminosas de sus patrones
extranjeros y se fueron con ellos para los Estados Unidos” (2)
El escritor colombiano cuenta que buscando donde
desayunar se encontró con una miliciana que lo detuvo con un “alto, compañero”
pero que al ver y escuchar la explicación del hombre hambriento, ésta le indicó
donde había una fonda con la puerta media abierta porque era de madrugada y
estaban haciendo las actividades de limpiezas para la apertura, ya que faltaban horas para la labor diaria: "...Pedí
huevos fritos con jamón, café con leche y pan con mantequilla y un jugo fresco
de cualquier fruta. El hombre me dijo con una precisión sospechosa que no había
huevos ni jamón desde hacía una semana ni leche desde hacía tres día, y que lo único
que podía servirle era una taza de café negro y pan sin mantequilla, y si acaso
un poco de macarrones recalentados de la noche anterior. Sorprendido, -dice
el novelista- le pregunté qué estaba pasando con las cosas de comer, y mi
sorpresa era tan inocente que entonces fue él quien se sintió sorprendido.
No pasa nada-me dijo-.
Nada más que a este país se lo llevó el carajo." (3)
Así podemos citar cientos de situaciones que ha vivido
este país desde el primer momento en que
decidió hacer su propio camino conducido por las ideas luminosas de José
Martí y la magistral dirección de Fidel Castro.
Las situaciones que se cuentan van de lo sublime a lo dramático,
de lo real a lo imaginario, dependiendo del matiz político e ideológico que las
califica y descalifica como realidad socializada de acuerdo a los intereses
a defender. A diario se llenan cientos de cuartillas
describiendo el "infierno comunista"
en la Internet, desde el interior de la isla, y en las diferentes radioemisoras que transmiten
hacia la isla con el apoyo EE.UU. Una conspiración perpetúa constituida en una política
de Estado, insólita en un mundo de distensión. Los hechos no me desmienten y,
al final, los resultados obtenidos por la agresión son otros: cada día la revolución
se anota logros inalcanzables para la mayoría de naciones del mundo, sobre todo
en el desarrollo humano, a pesar de tantas limitaciones e insatisfacciones.
Logros y avances reconocidos hasta por organismos de las Naciones Unidas.
Cuba se anota muchas carreras a su favor al recibir el
mundo una inmigración cubana de mucho aporte al desarrollo local e incluso al país
que le declara la guerra. Para muestra un botón: un estudiante, salido de la
escuela básica de la isla es recibido en la universidad de Harvard y eso lo
presenta un presidente de EE.UU. como un logro de su democracia, una muestra de
la oportunidad a lo que ellos llaman la libertad que tiene la gente para
estudiar en tan prestigiosa universidad, olvidándose de que fue producto del
sistema educativo cubano, y que como él hay miles de jóvenes talentosos y
talentosas, porque es el sistema que lo produce. La puntuación de los
estudiantes cubanos de la educación básica es superior al promedio continental
y la escolaridad es un 100% de la población con esa edad.
¿Acaso no son los trabajadores de la salud cubana los
que en el mundo pobre, en las condiciones más difíciles que podamos imaginarnos viva un ser humano, están
realizando millones de intervenciones médicas a los más desvalidos?. Para muestra basta otro botón: el proyecto “Operación Milagro” le ha devuelto la visión a
más de un millón de personas de varios países de nuestra América, como diría
Martí, y de África.
¿Acaso no es el método cubano de “Yo si puedo” la oportunidad para que millones de seres humanos
adquieran la dignidad que les ofrece la lectura y la escritura, como condición básica
para el empoderamiento de que tanto se habla?
Acaso no son cubanos y cubanas los que se
destacan en el mundo, incluso los que lo hacen
en nombre de la contrarrevolución? Son cubanos y cubanas las que asumieron
un mundo diferente, en unos casos como traidores y en otros- que son la mayoría-
como opción de ampliar oportunidades para el desarrollo de una espiritualidad.
Ambos andan por el mundo obrando para bien o para mal.
Lo que quiero con este párrafo es señalar
que aun esos cubanos que se han ido deben su formación al sistema político y
social de su país.
No vamos a hablar de las letras, ni de la música o el deporte. Porque en términos de desarrollo humano Cuba
es un país que se fue adelante, como dijera el intelectual dominicano Juan Bosch
en su texto De México a Kampuchea (4); porque sus limitaciones no han sido un pretexto para
que al país “se lo lleve el carajo”.
__________________________________
(1)
"La Habana dos Años Después" Política: teoría y acción, año 9 No.95.
Febrero, 1988)
(2)
ibídem
(3)
ibídem
(4)
De México a Kampuchea, editorial PLD, Santo Domingo, 1974.
muy interesante comentario
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