Armonía ambiental en la frontera
Históricamente, desde la separación de Haití y el surgimiento de Dominicana como República independiente en 1844, se han dado más de un centenar de declaraciones conjuntas, memorándum, acuerdos, proyectos, estudios y propuestas en el marco de las buenas relaciones.
De esas iniciativas nos interesan, especialmente, las relacionadas con el medio ambiente y los recursos naturales, específicamente la reforestación, las cuales, a nuestra manera de ver las cosas, han contribuido a elevar el fortalecimiento de la seguridad en la frontera, más que debilitarla; aunque en los discursos sobre el tema, esto se acentúe poco.
En esta ocasión vamos a referirnos a “La Declaración de Villa Anacaona” firmada el jueves 18 de septiembre del 2008, por los ministros de Medio Ambiente y Recursos Naturales de ambas naciones, en el municipio Restauración en Dajabón.
La Declaración de Villa Anacaona tuvo y tiene mucho peso, debido a las grandes ideas que fijó el documento sobre las necesidades de “profundizar las relaciones y la cooperación” e “impulsar la conciencia colectiva entre ambas naciones para organizar la sociedad desde su propia base”, como una manera de garantizar la sostenibilidad y el éxito de las acciones que se pudieran llevar a cabo; además hace referencia expresa a la creación de brigadas de reforestación binacionales, a las cuales debemos prestar atención por los niveles de deforestación y la amenaza permanente de la misma en los dos países.
En cuestión de medio ambiente y recursos naturales, los antecedentes históricos de La Declaración de Villa Anacaona, se remontan a las gestiones realizadas por diferentes autoridades, ministros y gobiernos –cabe reconocerlos- en torno a la reforestación, siendo el antecedente de mayor peso el proyecto forestal Sabana Clara en Villa Anacaona (Restauración), que inició al principio de la década del 1970, motivado por las recomendaciones de la FAO en su informe sobre el Inventario Nacional Forestal y la Evaluación de los Recursos Forestales del país realizado entre los años 1969 y 1972. Dicho proyecto fue revalorizado a partir del año 2000 por el Ministerio de Medio Ambiente y ha repercutido en la socioeconomía de todo el municipio de Restauración, constituyendo un ejemplo de subcultura forestal para el otro lado de la línea fronteriza.
También la creación y fortalecimiento, en los últimos 20 años, de los centros de producción de plantas (viveros) en 15 localidades fronterizas, entre ellos Cruz de Cabrera, con capacidad instalada de aproximados 300,000 arbolitos; Sabana Clara (Villa Anacaona) 300,000 en Restauración; y los viveros de Guayajayuco, Río Limpio y Los Cacaos, el primero con 1,000,000 de arbolitos y el segundo de 400,000, en Pedro Santana, Elías Piña; por último, en la misma provincia, está el vivero de Hondo Valle con 400,000; de los restantes 6 centros, 2 tienen capacidad menor de 300.000 y el resto menos de 100,000, en su mayoría con condiciones de aumentar las producción, pues el potencial supera (bajo condiciones especificas) la capacidad actual de producción.
Desde el año 2009, los ministros de Medio Ambiente de ambos países, junto a organismos internacionales como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), y la Agencia de Cooperación Alemana (GIZ), acordaron continuar impulsando el Programa Nacional de Reforestación Quisqueya Verde en la frontera (Frontera Verde), enfocándose especialmente en la restauración de las principales cuencas de la zona fronteriza (Ríos Masacre, Artibonito, Macasías y Pedernales), generándose proyectos que han hecho aportes significativos que demuestran que se puede implementar la cooperación en materia de medio ambiente y reforestación, siendo esa zona un espacio para la repoblación forestal y no para la confrontación entre ambas naciones.
La Declaración de Villa Anacaona constituyó un hito en las relaciones entre República Dominicana y Haití por el desencadenamiento de acciones de cooperación en ese espacio, que constituye una frontera política, pero que antropológicamente es una zona de amortiguamiento cultural y medioambiental entre dos realidades.
De acuerdo o no, por cuestiones políticas y culturales, con los gobiernos involucrados, el sello de la parte dominicana ha sido excepcional, porque rompió con la insularidad mental de muchos en materia de los recursos naturales transfronterizos.
De 16 demarcaciones haitianas que llegan al límite fronterizo, se ha trabajado transfiriendo capacidades y acciones de reforestación en más de 12 localidades, entre las que se encuentran Magasén, río Masacre; Tirolí y La 75, río Libón; Santa María,
Calabacié, Los Cacaos, río Artibonito; La Carrera, La Yaya, río Macasías; Chapotin, Matigué y Sabanne Bonn, lagos Enriquillo y Azuei; Tesul, río Pedernales, entre otras.
Muchas personas de algunas comunidades no cuidaron sus árboles hoy se lamentan de no haberlo hecho, convirtiéndose esa experiencia negativa en una lección.
Del lado dominicano, de los parajes fronterizos, se trabaja en cerca de un centenar, mencionarlos sería hacer una extensa lista; para solo citar la provincia de Dajabón, en el municipio de Loma de Cabrera, existen más de 300 plantaciones forestales de diferentes tamaños y en el municipio de Restauración unos 300 silvicultores organizados y cerca de 150 dispersos, muchos de ellos con más de una finca forestal, según el técnico forestal Francisco Metz, en conversación con el autor de estas líneas (abril 2019), y quien laboró para la Asociación para el Desarrollo Forestal Sostenible de Restauración (ASODEFOREST).
Son muchas las experiencias transfronterizas para contar y en la medida que se den a conocer al país, lejos de los conflictos y del sensacionalismo con que se manejan los sucesos de la zona, haremos realidad el espíritu del acuerdo de Villa Anacaona, sobre la necesidad de manejar el medio ambiente y los recursos naturales desde una posición Sur-Sur (Siendo inclusivo con el Norte) y el principio de que la biodiversidad de la Hispaniola no tiene frontera política.
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